¿Estamos etiquetando como “TDAH” a las mentes más creativas y conectadas?

POR Belén Fernández Salinger
08/11/2025

¿Estamos etiquetando como “TDAH” a las mentes más creativas y conectadas?

¿Estamos etiquetando como “TDAH” a las mentes más creativas y conectadas?

 

Cada vez escucho a más personas decir:


«Me han diagnosticado TDAH».

 

Artistas, escritores, creadores, comunicadores, personas sensibles, intuitivas, curiosas, con una mente inquieta y llena de vida. Parece haberse convertido casi en un sello generacional. Y cuando algo empieza a repetirse tanto, merece al menos detenernos y preguntarnos:

 

¿Qué está pasando realmente?
¿De verdad tenemos una epidemia de “déficit”…
o estamos etiquetando una forma distinta de pensar y sentir?

 

Cuando lo diferente no encaja, se etiqueta.

Históricamente, todo lo que no entendía el sistema se etiquetaba para controlarlo o corregirlo:


 • La rebeldía se llamó mala educación.
 • La sensibilidad se llamó debilidad.
 • La intuición se llamó brujería o locura.
 • Y ahora, la mente creativa e inquieta se llama TDAH.

 

No digo que no exista el TDAH ni que no haya personas que realmente necesitan apoyo. Pero es curioso observar qué tipo de personas están recibiendo ese diagnóstico hoy en día.

 

Porque el patrón se repite:


Son mentes vivas, curiosas, creativas, sensibles y con una percepción distinta del mundo.

 

Personas que:


 • Piensan más rápido o en varias direcciones a la vez.
 • No soportan lo superficial.
 • Se aburren en estructuras rígidas y repetitivas.
 • Necesitan explorar, cuestionar, crear, comprender.
 • Se hacen preguntas. Muchas. Todo el tiempo.

 

Y el sistema no sabe qué hacer con ellas.

 

¿Déficit de atención… o exceso de percepción?

 

Hay una diferencia enorme entre no poder prestar atención y no poder prestarla a lo que no te nutre.

Muchos niños y adultos etiquetados como TDAH no tienen un déficit, sino un criterio interno muy afinado:
su atención se activa cuando algo tiene sentido, les inspira, les mueve o les conecta.

Pero cuando un alma inquieta se sienta en un sistema que exige obediencia, memorización y repetición, ¿qué ocurre?

 

Que desconecta.
Que se dispersa.
Que su mente vuela hacia donde sí hay vida.

 

Y entonces el sistema concluye:
«Tiene un problema».

 

Tal vez la pregunta debería ser otra:
¿Fallan las mentes o falla el molde?

 

La creatividad no cabe en filas ni en casillas.

El sistema educativo aún funciona como si todos tuviéramos que aprender de la misma manera, al mismo ritmo y con los mismos contenidos, sin cuestionarlos. No es educación: es instrucción. Es doctrina.


Es: «Esto es así porque lo dice el libro».

 

Y cualquier niño que pregunte: “¿por qué?”, “¿para qué?”, “¿y si…?” o “no estoy de acuerdo” se convierte en un desafío para el aula.

 

La creatividad no es un problema, pero dentro de un sistema rígido se vive como tal.

 

Lo triste es que muchas personas crecen creyendo que “no valen” porque no encajaron en una estructura que nunca estuvo diseñada para mentes libres.

 

La moda de llevar una etiqueta

Hoy vemos a influencers, artistas y creadores compartir con naturalidad:


«Yo tengo TDAH».


Y claro, si ellos lo dicen, miles sienten que por fin pueden poner nombre a su caos interno.

Pero ¿no resulta llamativo que casi siempre se trate de perfiles creativos, sensibles e intuitivos?

¿No será que hemos convertido un rasgo humano en un diagnóstico?

Hay quien lo comparte como liberación.


Pero también empieza a surgir un fenómeno preocupante:
la etiqueta como identidad, como moda, como bandera.

Como si hiciera falta justificar ser diferente para que te acepten.

 

¿Y si no fuera un trastorno… sino un tipo de conexión?

¿Y si estamos confundiendo un cerebro lineal con un estándar y un cerebro creativo, expansivo e intuitivo con un problema?

 

Muchas personas diagnosticadas muestran:


 • Alta creatividad.
 • Sensibilidad emocional y energética.
 • Capacidad de ver lo que otros no ven.
 • Pensamiento no lineal.
 • Necesidad de autenticidad.
 • Mente que no descansa porque está viva.

 

Eso no suena a “fallo”.
Suena a otro cableado.

No “mejor” ni “peor”.
Simplemente otro.

 

Quizá no somos una generación dispersa. Quizá somos una generación despierta.

Una generación que ya no puede conformarse con lo establecido “porque sí”.

 

Utilizamos cookies propias y de terceros para el análisis de tus hábitos de navegación y realizar estudios estadísticos, mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias y compartir o mostrar contenido de este sitio web en redes sociales. Si continúas navegando, consideramos que aceptas la utilización de cookies. Puedes obtener más información en nuestra Política de Cookies.